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Casa del libro. Presentación de Territorio líquido

Territorio líquido en Casa del Libro

El ciclo de presentaciones de Territorio líquido. Relatos de la incertidumbre sigue en Casa del Libro. En esta ocasión de la mano de Carmen Extremera, Francisco Vega y Nicolás Pérez.

Galería: Territorio líquido en Casa del Libro

Fotografías de Isabella Martina

Carmen Extremera, tras agradecer a los asistentes su presencia, comentó el proceso hasta llegar al libro, destacando a las personas que se encontró en este camino. Habló de lo que significa la literatura para ella y cómo la ha acompañado de distintas formas a lo largo del tiempo, lo que aprendió con este proyecto desde el taller Paréntesis y lo que se le ha quedado tatuado en la mente gracias al mismo. Tras explicar lo que representaba para ella la portada del libro, insistió en la necesidad de fomentar la escritura en todo el mundo. Por último hizo una mención especial a algunos de los relatos publicados en Territorio Líquido.

Francisco Vega se mostró muy satisfecho y feliz con el libro, que definió como una compilación de relatos que reflejan distintas realidades como los espejos (y los espejismos) que se crean en un territorio líquido. Habló también de su experiencia personal con la literatura y la aventura vivida en el curso de escritura creativa de Paréntesis, una oportunidad de contar cosas que de otra manera no hubiese expresado.

Nicolás Pérez dijo:

Soy un lector empedernido hasta el punto de que tengo problemas de espacio en casa. Todo empezó con los tebeos, más tarde comics, las historias fantásticas de Julio Verne y los libros de Círculo de Lectores de mi padre. Hoy por hoy la compra de libros y su lectura es una de mis adicciones a la que no pretendo dar ningún tratamiento.
A Paréntesis llegué de la mano de una amiga y me sorprendió encontrar gente tan diversa, sobre todo en las edades, desde veinteañeras hasta jubilados. Posteriormente formamos un grupo muy rico unidos por el gusto por la literatura.
En honor a la paciencia de mi profesor, Rafa, y de mis compañeros del sábado quiero recordar mi inicio en el taller. Me presenté con un relato titulado «La Sopa» que ha pasado a convertirse en referencia de lo que no se debería escribir, o de lo que se puede escribir pero no se puede leer. Eran casi tres páginas de descripción de un restaurante y de una sopa pero donde no ocurría absolutamente nada. En aquel momento buscaba mostrar mis dotes descriptivas. Contaba hasta cómo era el dobladillo de las cortinas, pero poco más.
En poco tiempo aprendí que en cualquier texto ha de pasar algo, algo que tenga un efecto sobre el lector, bien sea la sorpresa, sacarle una sonrisa, asustarlo o, lo que es mejor, llevarlo a la reflexión. El objetivo de todo autor es el de que lo escrito despierte algún sentimiento en el que lee y, sin duda, que no sea el de aburrimiento y menos el odio por el autor.
El taller y nuestro profesor, Rafa, me ha enseñado muchas cosas. Técnicas, procedimientos y, sobre todo a trabajar cada día, a hacer de la escritura una labor cotidiana. Fue uno de los mayores descubrimientos. Tenía una imagen más poética, y falsa, de la escritura. Pensaba que bastaba con tener una idea. Pero sólo de inspiración no se escribe. La escritura tiene una parte muy importante de trabajo, de persistencia, de disciplina con uno mismo y con lo que se quiere contar. Requiere dedicación. De escribir, aunque ese día te duela el estómago o te duela el alma. Y luego viene la labor de releer, corregir y ajustar. A lo que se escribe hay que tratarlo como hoy tratan a los fórmula uno. Probarlo y ajustarlo hasta que la máquina funcione a pleno rendimiento.
Sin embargo, para los que amamos esto de la escritura tiene la ventaja de todo trabajo hecho con gusto. Puedes poner lo mejor de ti mismo y no te importa mucho el tiempo que tengas que dedicar.
Otra cuestión que se puede plantear es de dónde saca el escritor las ideas. Es otra de las cosas que aprendí en el taller. Hay ideas que pueden salirte sin más de dentro, pero también hay muchas otras que están en tu entorno más cercano, en el día a día. Un escritor se ha de caracterizar también por ser un buen observador de lo cotidiano.
El libro que presentamos es para mí un libro vivo, caleidoscópico, que toca muchas de las facetas de la experiencia humana, no de forma directa pero sí dejando al lector la opción de reflexionar. Está compuesto por relatos cortos y microrrelatos, el más corto con tan solo seis palabras. Ambas disciplinas suponen el desafío de contar una historia convincente en muy poco espacio. Eso convierte a estas técnicas en un verdadero reto para el escritor.
Territorio Líquido es una bandeja de canapés en la que degustar sabores variados. El libro tiene una fantástica presentación, con una portada que es una joya, un tacto impresionante y un olor que trae recuerdos de épocas pasadas. Por otro lado están los sabores. En esta bandeja de canapés literarios, tendríamos desde el desamor de Clepsidra a la ilusión de 16 de septiembre, pasando por la traición de Tres normas, por la soledad de En algún lugar del Universo, la angustia de Despertar, el miedo de El Monstruo, la fantasía de La ruta de la seda hasta el erotismo de uno de mis propios relatos, Sexo verbal. Os aseguro una magnifica experiencia de sabores y una estupenda digestión literaria.

Territorio líquido en la Casa del Libro

Rafael Caumel cerró el acto invitando a los asistentes a convertir algunos de los ejemplares en Atónitos viajeros, para que estos relatos de la incertidumbre sean leídos por más personas.
El público destinó 9 ejemplares a recorrer mundo.

Más sobre la presentación:

Territorio líquido en Casa del libro

Más información sobre el libro:

Territorio líquido. Relatos de la incertidumbre

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