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La Casa Encendida. Presentación de Territorio líquido

Territorio líquido en La Casa Encendida

Nueva presentación de Territorio líquido. Relatos de la incertidumbre , esta vez en La Casa Encendida (Madrid), presentada por Antonio Almansa y con la asistencia de las autoras: Blanca Lara, Coral Font, Marga Dorao y Nieves Orti.

Galería: Territorio líquido en La Casa Encendida

Fotografías de Francisco Ruano

Blanca Lara:

Gracias a todos por acompañarnos hoy aquí. Un libro es, y puede ser, muchas cosas: un amigo, un consejero, un maestro, un hijo, un arma; para distintas personas y en distintas situaciones. Para mí, este libro es como un anillo, pero no como el Anillo Único de Frodo Bolsón (creado por Tolkien en El Señor de los Anillos), que era un objeto perverso y oscuro. Este es más bien un anillo de celebración. Representa una alianza. Estamos aquí reunidos (nada menos que una tarde de viernes, en Madrid) para celebrar el “matrimonio” de autores y lectores que Territorio líquido nos propone. No somos invitados, somos protagonistas en esta ceremonia. Este es un matrimonio moderno, además; “poliamoroso” que se diría ahora, porque somos muchos escritores, y somos /sois muchos lectores, y ojalá que aún más. Nos une el amor a las historias.
Esta es una aventura, nuestra aventura, y ahora también vuestra. Todo empezó hace más de un año en Málaga. Agradezco inmensamente a Rafa Caumel sus clases de escritura creativa en el Taller Paréntesis de Málaga y el haber sacado adelante este libro en la editorial Atónitos. También a los compañeros de volumen. Nos conocimos allí, unidos por nuestro amor a las letras, tanto para leerlas como para juntarlas; y unidos asimismo por nuestro amor a juntarnos también nosotros tomando cañas después de las sesiones, compartiendo risas y lecturas.

Soy más lectora que escritora. En mi “biografía literaria” de lectora compulsiva hay muchísima novela y mucho teatro, más que relato corto, que he empezado a descubrir ahora. Para mí escribir es un arte difícil, que exige disciplina, y que se puede aprender. Ser escritor es una profesión digna y hermosa, que hace feliz a la gente. Desgraciadamente, pocos elegidos pueden vivir de la escritura, solo los grandes, y los realmente grandes son los que se convierten en clásicos, lo cual es una manera de decir que son modernos y actuales siempre (en el género del relato corto, podríamos recordar a autores como Hawthorne, Andersen, Chejov, Conrad, Kafka, Joyce, Calvino; autoras como Kate Chopin, Alice Munro, Katherine Mansfield, Virginia Woolf, Angela Carter, Dorothy Parker, Joyce Carol Oates).
Hay escritores que escriben como “una manera de estar en el mundo”; para ellos escribir es una necesidad, igual casi que respirar. Hay quien escribe como terapia, para echar fuera episodios biográficos que les tocaron de manera especial. Otros por recordar, por fijar en la memoria, para aprender del pasado y para enseñar a las generaciones jóvenes. Y otros, como yo, escribimos porque nos divierte, o por poder leer historias que como lectores nos apetecería leer.

El relato corto o cuento. Como bien dice Harold Bloom, el relato corto no tiene un Homero, un Cervantes o un Shakespeare. Es un género que en principio nació en la oralidad (no es como la novela o como el ensayo, que son más “jóvenes”). ¿Qué decir de los contadores de historias? Desde los albores de la humanidad ha habido, y siempre habrá donde haya hombres y mujeres. Es como cantar, bailar, o expresarse plásticamente: contar cuentos es inherente a la especie. La estirpe de los contadores de historias pervive hoy; los padres siguen contando cuentos a los hijos, como el chamán lo hacía a su tribu, o Sherezade al sultán de Las Mil y Una Noches (y Sherezade, ojo, contaba cuentos para salvar su vida).
¿Y cómo pervive? De muchas formas, y en muchos medios: no solo la letra impresa, como en el caso de Territorio líquido; también está el cine, la televisión, los videojuegos, hasta Twitter. Pero la base, siempre, es una buena historia. Personajes, conflicto, desenlace. El tener al otro lado a alguien preguntándose: ¿Qué pasó? ¿Y qué pasó después? ¿Y al final?

Sacar un volumen colectivo de cuentos es una gran ilusión, una alegría. Uno se siente arropado, cuidado, comprendido, y aún más en este caso, con un editor como Rafa Caumel.
Son 61 relatos, de 19 autores. Microrrelatos hay 25 de 61, aunque en general todos son cuentos breves: el cuento más largo tiene cuatro páginas (probablemente sea mi cuento
La Ruta de la Seda), el más breve seis palabras, ocho si contamos el título (El descuartizador, de mi compañera Nieves Orti, que nos acompaña hoy).
Hay un estilo fresco, ágil, y se percibe, diría que en todos los relatos, una voz cercana, que te habla bajito, de manera íntima. Pero también se percibe el caleidoscopio de voces individuales, porque las edades y circunstancias vitales de los 19 autores son muy distintas; algo que aporta riqueza a este libro.
Yo lo devoré en pocas horas, el mismo día que lo recibí en mis manos. Es un libro nada pesado de leer, y también vale la pena releerlo. Yo lo he paladeado como un buen chocolate a la taza: para mí, leer estos relatos es como estar a gusto con una manta y tomarte un chocolate calentito. Gracias al exquisito cuidado de la editorial, la lectura fluye.
También se puede comparar este libro a una bandeja de canapés, como hizo un compañero escritor (Nicolás Pérez, autor de uno de los relatos eróticos del volumen,
Sexo verbal). Estos son unos cuentos muy variados en cuanto a temática: aparte del género erótico, tenemos desde la fantasía del microrrelato Aparición, de Lola Lorente, que abre el volumen, hasta el desamor de El día más frío de la historia, de Gonzalo Herrera (que tiene apenas 16 años); el género epistolar y la ciencia ficción están representados en En algún lugar del Universo, de Carmen Extremera, el terror con El secreto de mamá, de Eugenia Carrión; el humor con Prime Time, de Rafael Fontecha, y la venganza con el estupendo Vasos comunicantes de Javier Campos, que cierra el volumen, y es inquietante como un relato de Poe, perfecto en su construcción de relojería, desde la primera hasta la última línea. Yo tengo cuatro relatos de los que me siento orgullosa y que me alientan a seguir “juntando letras”. En fin, todos estos relatos que he nombrado son solo unas pinceladas, unos ejemplos de la cantidad y variedad de cuentos que ofrece este libro, que recoge lo mejor de nosotros, de los diecinueve autores que lo firmamos.
Vale la pena leer este libro porque no os aburriréis en absoluto. Muchos cuentos os harán reír, otros reflexionar, quizá alguno hasta llorar. Bueno, esto pasa en todos los matrimonios… pero en este la ventaja es que sois libres, y nos podéis ser infieles y leer a la vez a Poe, a Kafka, o a quien queráis; no somos nada celosos. De hecho por nuestro lado estamos siendo de lo más promiscuos.

La estupenda portada de este volumen me sugiere que este es un libro para los buscadores de oasis, que elegimos unirnos a la caravana de la literatura para surcar las arenas de la vida. Y recordando de nuevo a Sherezade, ya que estoy en plan desierto y exotismo y sobre todo ya que he hablado suficiente, os digo: “Amanece, y debo callar”.
Muchas gracias de nuevo por vuestra atención y por vuestro tiempo.

Coral Font:

Quiero empezar recordando mis comienzos inseguros y temerosos con la escritura, y del buen hacer de Rafa para no salir huyendo, del descubrimiento, placer y diversión que supuso ésta para expresar lo vivido, lo recordado, lo olvidado y lo inventado. Y de la decisión de aprender este oficio, como un reto personal puesto que nunca antes lo había hecho.
Considero que Territorio líquido tiene la frescura y espontaneidad de la primera vez, de esa ilusión por aprender y querer hacer las cosas bien, de no saber que esos relatos quedarían finalmente publicados. Por mi parte, también he descubierto el atractivo de un libro de relatos, de historias cortas que dicen mucho, lo cual hace fácil su lectura, siempre a mano para cualquier buen momento.
Animo a los asistentes a que descubran el estilo de cada uno de los autores, su sello personal, la imaginación y buen tino de Blanca, la fluidez y contundencia narrativa de Marga, y la sensibilidad y buen gusto de Nieves.
Territorio líquido es un libro al que estoy gustosamente atada de por vida.
Hace unos días me preguntaba qué ha pasado para que este grupo de escritores noveles nos hayamos unido no solo para el libro sino también mediante una estupenda conexión entre nosotros. Me rondaba la idea de que tenía que ser por el pensamiento. De forma casual me encontré con una frase de Heidegger que decía: la mano que escribe es la mano que piensa. Resumía mi sentimiento.
No sé si por esta u otra circunstancia, he disfrutado, y sigo haciéndolo, de estupendos compañeros y amigos con los que compartir buena conversación y más de un vinito.

Marga Dorao:

Cuando me mudé a Málaga después de vivir en Madrid unos cuantos años -y no tengo nada en contra de Madrid, sólo que es demasiado caro para alguien que trabaja por libre-, lo primero que decidí fue apuntarme a un taller de escritura. Que conste que fue una decisión muy complicada, porque siempre me había considerado una escritora y no pensaba que necesitara clases de narrativa. Pero después de pasar 6 meses encerrada escribiendo un «libro» -y entrecomillo libro-, me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Escribir correctamente no te hace escritor.

Me apunté al Taller Paréntesis, y las primeras semanas del curso fueron, cuando menos, frustrantes. Porque fue allí cuando y donde me di cuenta de que llevaba toda mi vida dando palos de ciego en cuanto a literatura se trataba. Con esto no quiero decir que ahora sepa lo que estoy haciendo, porque no lo sé, pero sí que me han ayudado a establecer unas bases gracias a las que puedo comenzar a andar en línea recta. A veces esa línea se convertirá en cuesta empinada; otras veces desaparecerá cuando mi cabeza, y por ende, mi página se queden en blanco; y otras, las menos, se transformará en un camino llano, liso, sin obstáculos; una autopista sin límite de velocidad, sin peligros que temer, sin coches a los que adelantar. Y esto se lo debo a Rafa y a mis compañeros del taller Paréntesis con los que he compatido muchos, muchos jueves literarios. Amén de muchos vinos.

La idea de publicar un libro con algunos de los relatos de alumnos del taller nos pilló a todos por sorpresa. Pronto la sorpresa se convirtió en emoción. ¿Qué escritor en ciernes no quiere jugar a ser escritor de verdad? Cuando el proyecto se convirtió en realidad, cuando pudimos admirar, manosear y oler Territorio líquido, nos dimos cuenta de que no estábamos jugando, de que esto era real, de que ya no somos sólo alumnos de un taller de narrativa, somos escritores. Noveles, pero escritores. Y este es nuestro primer niño. Ahora toca amamantarlo, criarlo, educarlo para que se convierta en un adulto decente y feliz. Territorio Líquido es un compendio de relatos de 19 autores nuevos y, a mi parecer, muy prometedores. Al menos 18 de ellos. Hay en este libro mucho amor; bastante decepción; grandes dosis de esperanza; la medida justa de comicidad, y un pelín de siempre bienvenido cinismo. Exuda vida, a pesar de que se habla de la muerte en exactamente 17 relatos.

Gracias a Rafa y a Lola, a Taller Paréntesis y a Editorial Atónitos por creer en nosotros. Y a mis padres por animarme siempre a seguir escribiendo aunque a veces apostillen: pero a ver si escribes algo un poco más alegre, hija, con lo simpática que eres. Gracias a todos por venir.

Nieves Orti Moris:

No se si habéis visto una película que se llama El secreto de sus ojos, a mí me encanta. En ella, hay una escena en la que Sandoval (Guillermo Francella), el ayudante del inspector Expósito, Ricardo Darín, cuando están intentando localizar al asesino, perfectamente identificado pero de difícil ubicación, hace un monólogo fabuloso que dice algo así: Imaginemos a un tipo, cualquier tipo, el tipo. Ese tipo puede hacer cualquier cosa para ser diferente, pero hay una cosa que no podrá cambiar, ni él, ni vos, ni yo. Ese tipo podrá cambiar de cara, de casa, de mujer, de religión, incluso de Dios, pero no podrá cambiar de una cosa, Benjamín. No podrá cambiar de pasión.

Así, un día que tomaba un café con esta fabulosa escritora que me acompaña, que además es mi prima, Marga Dorao, me habló de Paréntesis, el taller de escritura de donde surge esta selección de relatos. Me acordé de Francella, de Expósito y me apunté sin dudarlo, en la esperanza de encontrar aún con vida a esa jovencita que sabía volar.

Recuerdo perfectamente el primer día de clase, nos hicieron escribir dos palabras en dos pequeños papeles y volcarlos en una cesta de donde a su vez cada uno tenía que coger dos. A partir de ahí y en ese momento, teníamos que escribir un relato que empezara por una frase compuesta por esas dos palabras. Las mías fueron árbol y cachalote. “El árbol quiso ser cachalote”, escribí y a partir de ahí la mecha prendió en mí. Como hacía décadas, mis dedos se movían veloces y yo estaba ausente, escuchando. Volví a casa con el corazón a mil, sintiéndome una niña emocionada, con esa emoción de estómago, ¿me comprenden? Era mi pasión. Ahí estaba ininmutable. La sensación me duró meses: en el coche pensaba en mi personaje del próximo jueves, en los huecos de espera de mis hijos escribía escondida, en un aparcamiento, en las gradas de la clase de natación. Tenía el bolso lleno de notas y sinceramente me sentí muy feliz. Agotada, pero feliz.
Ahora el problema con el que me encuentro es que cuando acabe este maravilloso acto, firmemos algunos libros y se cierren los abrazos, bajaré de esta tribuna y tendré que encontrarme con la otra yo, la real: la madre, la togada y el despacho lleno de asuntos, la marcha de una familia numerosa. ¿Cómo compaginar ambas? ¿La real y la soñada? ¿Alguien en la sala lo sabe, por favor?

Territorio líquido en La Casa Encendida

 

Tras la presentación, los asistentes decidieron convertir ocho de los ejemplares en Atónitos viajeros, para que los relatos de Territorio líquido inunden a más lectores.

Más sobre la presentación:

Territorio líquido en La Casa Encendida

Más información sobre el libro:

Territorio líquido. Relatos de la incertidumbre

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